lunes, 26 de diciembre de 2011

Iván, Cristina Kirchner lo llamó “economista callejero”

Homenaje
Con Iván no hablábamos de política, yo sólo lo escuchaba. Con él hablábamos de fútbol, de mujeres, de lo lindo que es meterse en el mar, de las cosas que te hacen sentir bien en la vida. No lo veía en charlas, en debates, en ninguna sede. Lo veía en asados, en fiestas, en viajes, en despedidas de soltero. Iván no era un compañero, era un amigo. Uno de esos que de repente no lo ves por un tiempo y cuando te encontrás, te fundís en un abrazo, te mirás de cerca a los ojos y te cagás de risa. En cada uno de esos momentos, sentía que nuestra amistad era especial, pero al verlo hablar con sus demás amigos me daba cuenta de que con todos era así. Él era especial.
El miércoles, en la inauguración de la sede del Anses de Lomas de Zamora, Cristina Kirchner lo llamó “economista callejero”. Me emocionó esa calificación porque si hay algo que Iván tenía era calle. Sea cual fuere la situación, iba al frente como un toro. Abrazado a sus convicciones, era difícil pararlo. Era tan apasionado que su cuerpo avasallaba en cada palabra, con cada risotada que se le escapaba hasta en la exposición de sus más serias ideas.
Vivió rápido e intenso. Cada vez que alguien preguntaba por él, la respuesta era “Iván no para, vive a las chapas”. Me acuerdo de cuando sólo usaba su bici para moverse y se iba del centro hasta Sáenz Peña ida y vuelta, sólo para ver un rato a su gran amigo Leandro. De a poco me voy haciendo la idea de que su muerte tan inesperada, tan abrupta, tan dolorosa, no desencaja tanto con su personalidad vertiginosa, con su genialidad punzante. En el velorio, algunos amigos decían que estaban llenos de bronca con él por haberse ido tan pronto, de esa forma tan horrenda. De haberse ido, nomás. Y, por momentos, lo sentí también. Pero no puedo más que despedirlo con agradecimiento, con mucha tristeza pero también con mucha alegría. Como la mayoría de sus amigos, no entiendo qué pasó, es todo inexplicable. No sé por qué ni cómo pudo irse así. Pobre, debe haber hecho lo que pudo. Lo que sí sé es que lo que él dejó es mucho: es el ejemplo de la lucha por el bien común; es la valentía de no transar con lo que uno no es; son los huevos enormes de haberla peleado desde bien abajo, cuando vivía en la pensión y los viejos se habían ido a España golpeados por un país en llamas; es el recuerdo constante de habernos cagado de risa de todo, de lo hermoso, de lo patético, de lo bizarro. Por eso, Iván, te agradezco por haber sido tan íntegro, tan genialmente distinto, tan buen amigo.

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